viernes, 20 de diciembre de 2024

La negra espalda del tiempo -Javier Marías-


 



La manifestación demasiado visible del tiempo que nunca aguarda y va más rápido que las voluntades, sean de tregua o de salvación o espera, haciendo así que todo quede inconcluso; y la imparable conciencia de que la única forma de perpetuar el tiempo es morir y salirse de él.





La negra espalda del tiempo es una obra inclasificable de Javier Marías que se mueve entre la autobiografía, el ensayo, la reflexión metaliteraria y la ficción.

La novela se adentra en la relación entre la vida y la literatura, la verdad y la ficción, y la memoria y el olvido. Marías cuestiona constantemente la naturaleza de la realidad, sugiriendo que la vida es a menudo una construcción, un relato que nos contamos a nosotros mismos y que está en constante reinterpretación. A través de digresiones, anécdotas personales y referencias a otros autores y obras, el libro se convierte en un laberinto de pensamientos donde el lector es invitado a reflexionar sobre la naturaleza misma de la creación literaria y la experiencia vital.

Otro pilar fundamental de la obra es la exploración de la propia figura del escritor y su proceso creativo. Marías desvela las trampas y complejidades de la escritura, la dificultad de atrapar la verdad y la inherente artificialidad de la ficción, incluso cuando se basa en hechos reales.

En esencia, "La negra espalda del tiempo" es una meditación profunda sobre el tiempo, el recuerdo y la forma en que los eventos, por pequeños que sean, pueden ramificarse y dar lugar a un universo de significados y reflexiones. Es un libro que desafía las convenciones genéricas y que invita al lector a sumergirse en la singular voz y la particular visión del mundo de Javier Marías.

Pero es que justamente para contar eso, lo que nos ocurre, nunca basta con haberlo vivido, ni siquiera con saber observarlo ni saber explicarlo, ni siquiera con entenderlo, sino que además hay que imaginarlo, y a eso no parece hoy dispuesto casi nadie. Y sin embargo, una vez imaginado lo real y vivido, lo mirado y oído, lo descartado y conocido, lo omitido y perdido, quizá sea sólo entonces cuando pueda uno empezar a contárselo  y a creérselo.”

No da miedo por la muerte ni por su supuesta soledad o abandono, sino por los vivos, que deberán reconstruir más tarde esas horas ya inservibles o anuladas tal como se sucedieron –aún más sobrantes y lentas en el recuerdo–, en las que ignoraban que había cambiado su mundo y que por ello fueron atravesadas deforma anodina e indiferente, o puede que con alegría ahora impropia, o acaso hablando mal del muerto. «Apaga la luz y luego apaga la luz»: tal vez por eso, para que se haga del todo cierto, haya que decirlo dos veces.”

 

Li. Lo.

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