domingo, 2 de junio de 2024


“Los acontecimientos tiene una lógica contundente una vez que han sucedido, y que antes de que ocurran todo lo que hay son cábalas, intuiciones y pronósticos de aquello que puede pasar o no, o que puede suceder de una manera u otra. Y aquí conviene que no le dé más vueltas, que no me interne demasiado en el poco control que tenemos sobre los acontecimientos, y que me concentre en esto, en lo que estoy haciendo ahora, en reconstruir aquel mundo, en revivir lo que pasó, en leer la vida de adelante hacia atrás, que es la única forma en que puedo entenderla y controlarla.”

 

Este es un relato autobiográfico de Jordi Soler que logra plasmar de una manera vibrante y estremecedora. Una comunidad de exiliados catalanes que fundan una hacienda cafetalera a la cual llaman La Portuguesa, ubicada en lo más profundo de la selva mexicana, en donde, durante años, espera con ingenua energía la caída de Franco y el advenimiento de la república. En este enclave selvático y primitivo, donde las fuerzas de la naturaleza se devoran unas a otras, y los personajes se van enraizando en ese terreo salvaje en el que sólo sobreviven las cosas que siempre existieron.

Una familia que intenta adaptarse a un entorno en el que las reglas se inventan cada día; la violencia de Marianne, tía del protagonista, que, a causa de un trastorno psicológico, golpea a todos, especialmente a la madre del protagonista, hasta hacerla sangrar; sumado a ello, el alcohol que une a patronos y nativos, los chantajes de las autoridades, el desprecio de indígenas que conocen la reticencia de la selva a aceptar extraños, son algunos recuerdos del protagonista, que vuelve muchos años después a aquel lugar para solucionar un problema burocrático.

Me parece que, entre tanta brutalidad y suspicacia, hay un comportamiento cruel de ignorar, de no asumir responsabilidades en rodos los personajes, de actuar irracional y despreciable de muchos de los personajes, que hace que te cale la tensión y desconsuelo de principio a fin… Cuánto sufrimiento injustificado por la misma violencia de unos contra otros. Este es un libro que te alecciona amargamente y te recuerda cuan bestial puede llegar hacer la naturaleza humana, en cualquier tiempo, en cualquier lugar del mundo.

 

“Precisamente cuando esperaba una señal reparé en la canción que venía oyendo en el iPod, una canción francesa que dice: la dernière heure du dernier jour, à la bonee heure, à nos amours; lo anoto porque, por alguna razón, esa idea de la « última hora del último día», no solo me infundió el valor y la decisión que me faltaban para bajarme del coche, para poner los pies por primera vez en años en esa selva, también me pareció que esa parte de la línea estaba relacionada con el día de la invasión, con el momento en que La Portuguesa comenzó a irse a pique, con el instante en que vi lo que no debí haber visto nunca.”

 

 

Li.Lo. 

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