“Los
acontecimientos tiene una lógica contundente una vez que han sucedido, y que
antes de que ocurran todo lo que hay son cábalas, intuiciones y pronósticos de
aquello que puede pasar o no, o que puede suceder de una manera u otra. Y aquí
conviene que no le dé más vueltas, que no me interne demasiado en el poco
control que tenemos sobre los acontecimientos, y que me concentre en esto, en
lo que estoy haciendo ahora, en reconstruir aquel mundo, en revivir lo que
pasó, en leer la vida de adelante hacia atrás, que es la única forma en que
puedo entenderla y controlarla.”
Este es un
relato autobiográfico de Jordi Soler que logra plasmar de una manera
vibrante y estremecedora. Una comunidad de exiliados catalanes que fundan una
hacienda cafetalera a la cual llaman La Portuguesa, ubicada en lo más profundo
de la selva mexicana, en donde, durante años, espera con ingenua energía la
caída de Franco y el advenimiento de la república. En este enclave selvático y
primitivo, donde las fuerzas de la naturaleza se devoran unas a otras, y los
personajes se van enraizando en ese terreo salvaje en el que sólo sobreviven
las cosas que siempre existieron.
Una familia
que intenta adaptarse a un entorno en el que las reglas se inventan cada día;
la violencia de Marianne, tía del protagonista, que, a causa de un trastorno
psicológico, golpea a todos, especialmente a la madre del protagonista, hasta
hacerla sangrar; sumado a ello, el alcohol que une a patronos y nativos, los
chantajes de las autoridades, el desprecio de indígenas que conocen la
reticencia de la selva a aceptar extraños, son algunos recuerdos del
protagonista, que vuelve muchos años después a aquel lugar para solucionar un
problema burocrático.
Me parece
que, entre tanta brutalidad y suspicacia, hay un comportamiento cruel de
ignorar, de no asumir responsabilidades en rodos los personajes, de actuar
irracional y despreciable de muchos de los personajes, que hace que te cale la
tensión y desconsuelo de principio a fin… Cuánto sufrimiento injustificado por
la misma violencia de unos contra otros. Este es un libro que te alecciona
amargamente y te recuerda cuan bestial puede llegar hacer la naturaleza humana,
en cualquier tiempo, en cualquier lugar del mundo.
“Precisamente
cuando esperaba una señal reparé en la canción que venía oyendo en el iPod, una
canción francesa que dice: la dernière heure du dernier jour, à la bonee heure,
à nos amours; lo anoto porque, por alguna razón, esa idea de la « última hora
del último día», no solo me infundió el valor y la decisión que me faltaban
para bajarme del coche, para poner los pies por primera vez en años en esa
selva, también me pareció que esa parte de la línea estaba relacionada con el
día de la invasión, con el momento en que La Portuguesa comenzó a irse a pique,
con el instante en que vi lo que no debí haber visto nunca.”
Li.Lo.
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