<<Pensar es un acto. Sentir es un hecho. Los dos juntos son yo
que escribo lo que estoy escribiendo>>...
<<Escrito para liberarme de mi misma>>
dijo Clarice, quien irrumpió en la vida literaria brasileña en 1943. Este fue el último libro que Clarice Lispector publicó en
vida, pocos meses antes de morir el 9 de diciembre de 1977. Como su personaje
principal, ante la inminencia de la muerte, Lispector también supo darnos –con esta novela – su más
poderoso resplandor.
La hora de la estrella, se mueve por terrenos conocidos para
la autora y sigue la vida y la repentina muerte de una joven brasileña negra y
pobre llamada Macabea, que viaja desde el campo de Alagoas hasta Río de
Janeiro, donde lleva una existencia (porque yo no le llamaría vida) precaria
trabajando de secretaria apenas competente.
La novela
nuestra con brillantez las peculiares habilidades de Lispector para evocar la
vida interior de las mujeres oprimidas, incultas y con dificultades para
expresarse. Entre sus estrategias para dar voz a los que no la tienen, destaca
el humor constante, unas veces lacónica, otras… cargado de rabiosa
desesperación.
Creo que la experiencia de leer La hora de la estrella probablemente no
sea una experiencia “feliz” y sin embargo, tampoco se trata de “infelicidad”. De
la densidad de esta escritura no se sale indemne. Uno se queda despojado,
desnudo, ante esa “niebla húmeda” que va entretejiendo un “…libro construido
sin palabras”, entre aquel que relata, “el autor” (el narrador elegido es la
voz de un hombre "Yo, Rodrigo S.M.")…
Así se enuncia también el acto de escritura: escribir es
comparable a romper rocas y ese esfuerzo produce chispas y astillas que saltan
por doquier y están allí para tomarlas… si se es capaz de dejarse adentrar en
la voz poética de Lispector, si se atraviesa ese umbral y se extrae alguna
pregunta de ese pasaje…
Mi corazón se vació de todo deseo reduciéndose al primer y último
latido. El dolor de muelas que atraviesa esta historia me dio en la boca una punzada profunda.
Entonces canto alto y agudo una melodía sincopada y estridente: es mi propio
dolor, yo que cargo con el ruido y la felicidad escasea.
Este relato, ante todo es vida primaria que respira,
respira, respira. Y yo no debería estar escribiendo sobre Clarice Lispector, tan solo decir que se debe leer.
Li.Lo.
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