Según Pavese “el único modo de escapar al abismo es
mirarlo, medirlo, sondearlo y descender a él”. Descender a él y en él
trabajar. Su lúcida conciencia, su eterno descender al abismo quizás le hizo
ver al poeta cosas que jamás logro transformar poéticamente. El descanso al
abismo a veces tiene por resultado un olvido que no permite comunicar el secreto;
el valor de esa especie de catábasis estaría dado por el silencio. En una de la
primeras entradas de su Diario (20/4/36) el poeta nos habla de una elección,
“construir en arte y construir en la vida, desterrar la voluptuosidad del arte
y de la vida, ser trágicamente”. También señala que la poesía le ha enseñado a
dominarse, a recogerse, a ver claro: “La poesía me ha restituido a mí mismo”, y
un poco más adelante en la misma entrada del Diario dice: “Excluyendo voluntariamente
toda ensoñación voluptuosa y toda pasión (…) ¿No se encuentra aquí también una
elección de técnica, una poética?”. La poesía sería la puesta en práctica de un
hacer en donde muerte y vida se unen. Esta preocupación que ocupa una buena
parte de las primeras páginas de su “Oficio de Vivir” lo llevó a explorar los
aires de una región determinada, quizás como un camino previo que determina la
búsqueda de lo universal.
La infancia para él es poética porque el hombre maduro que
vuelve a ella, la transforma a través de ese retorno. En ese momento de la vida
se encontrarían las líneas principales de la futura obra. Primera piedra de la
construcción o piedra de locura que jamás se terminará de extraer. La escritura
mítica de la infancia no sería representar los recuerdos que se tienen de ella,
sino transformar los elementos que los componen de una manera que ellos:
paisajes, personajes, se carguen míticamente y se vuelvan símbolos. Así, ese
paisaje-mito, por ejemplo, indicaría una zona del conocimiento al que el poeta
tuvo acceso. Volver a aquel paisaje de la niñez equivale a querer conocer la
verdad que se esconde en él. La tarea del poeta es señalar la fisura a través
de la cual se puede ingresar en las cosas que forman su recuerdo y por medio de
una práctica escrituraria transformarlos en mitos. Como ocurre con la mayoría
de los escritores suicidas, el tema de la muerte fue una obsesión en Cesare
Pavese. Pero más allá de esta simple referencia a la temática, su suicidio fue
anunciado. En agosto 26 de 1950, un cuarto de hotel fue el escenario para
mediante poner fin a su vida. Apenas una inicial, C., decía de un romance
condenado al fracaso, fallido. Pavese había escrito antes en “El oficio de
Vivir”: “Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor,
cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro
desamparo, la nada”.
Cesare Pavese. (1908/1950).-
Extractos de “El Oficio de Vivir”:
“No he comprendido todavía qué es lo trágico de la
existencia, no me he convencido todavía. Y, sin embargo, está muy claro: hay
que vencer al abandono voluptuoso, dejar de considerar los estados de ánimo
como fines en sí mismos”… Para un poeta es difícil. O también, muy fácil. Un poeta
se complace en hundirse en un estado de ánimo… ésta es la huida de lo trágico.
Pero un poeta no debería olvidar nunca que un estado de ánimo todavía no es
nada para él, que lo que cuenta para él es la poesía futura. Este esfuerzo de
frialdad utilitaria es su tragedia. Que hay que vivir trágicamente y no
voluptuosamente está demostrado por cuanto he sufrido hasta ahora. Mejor, por
cuanto he sufrido inútilmente”…
“La vida práctica se desarrolla en el presente, la
contemplativa en el pasado. Acción y memoria”.
“Es pecado lo que inflige remordimiento”.
“En ninguna actividad es buen signo que al principio esté
presente la manía de triunfar- emulación, soberbia, ambición, etc-. Se debe
empezar a amar la técnica de cada actividad por sí misma, como nos gusta vivir
por vivir. Sólo ésta es la verdadera vocación y prenda de serio acierto. A
continuación podrán venir todas las pasiones sociales imaginables a superar al
puro amor a la técnica- y es un deber que vengan también”.
“En la inquietud y en el esfuerzo de escribir, lo que
sostiene es la certeza de que en la página queda algo no dicho”.
Li.Lo.
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