“Nos
preguntábamos qué hemos venido a hacer aquí, qué lágrimas guardábamos para
verter aquí, y por qué, si no las lloramos en su tiempo propio, quizá por haber
sido entonces menor el dolor que la sorpresa, sólo después vino el dolor,
sordo, como si todo el cuerpo fuese un único músculo pateado por dentro, sin
mancha negra que mostrase el lugar del luto.”
Saramago describe con su característica y sutil
ironía el regreso a Lisboa de un Ricardo Ries desencantado y desubicado tras
dieciséis años de ausencia. Es así como da inicio al relato de “El año de la
muerte de Ricardo Reis”.
A finales de 1935, Ricardo Reis vuelve de Brasil
tras la noticia de la muerte de Fernando Pessoa, y a su llegada al puerto de Lisboa
en el Highland Brigade, desorientado, se instala en el hotel Braganca, en donde
recibe las visitas inesperadas del espíritu (no fantasma) de Pessoa, con quien
mantiene breves conversaciones. Además de iniciar una relación pasional con una
camarera, y el platónico deseo de una relación con una de las huéspedes.
Ricardo Reis intenta sentirse en casa e integrarse
a la sociedad de Lisboa de esa época, pero sin conseguir sentirse realmente a
gusto, con la sensación de un regreso a medias.
Mientras Ricardo Ries intenta adaptarse, explora las calles de Lisboa en medio de reflexiones y meditaciones. A lo largo de nueve meses Saramago nos hace un retrato de Portugal del siglo XX, con su extrema pobreza, su propaganda nacionalista, su política y su hipocresía moral, mostrando también momentos anteriores a la Guerra Civil española, y mientras tanto asistiremos a la última etapa de la vida de Ricardo Reis, dialogando con el espíritu de Fernando Pessoa que acude a visitarle desde el cementerio en momentos inesperados.
“El
cuerpo, por sí mismo, evita cuanto puede las incomodidades, por eso dormimos en
vísperas de una batalla o de la ejecución, por eso, en definitiva, morimos cuando
ya no logramos seguir soportando la violenta luz de la vida.”
LiLo.
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