“Tiene una herida en el alma y, no permitiéndole su naturaleza esperar que la sane el simple hábito de vivir con ella, hasta llegar a cerrarse esa cicatriz benévola que es no pensar, se fue a buscar por el mundo, quién sabe si para multiplicar sus heridas y hacer con todas ellas juntas un único y definitivo dolor.”
El Evangelio según Jesucristo
presenta una visión brillantemente ingeniosa, a mi parecer, de los hechos
relativos a Jesús: las circunstancias de su nacimiento, el descubrimiento del
amor, la angustia por saber cuál es el verdadero sentido de su
existencia. Un relato que, inmejorable, sólo podría venir de la mano de José Saramago,
narrando la vida de otro José; un hombre crucificado y muerto casi dos mil años
antes, con sus miedos, sus pasiones, sus debilidades y remordimientos. José,
escribió Saramago, supo del siniestro plan, pero sólo salvó a su hijo, y el
peso de esa culpa lo persiguió durante más de veinte años y acabó en la cruz a
la edad de 33 años.
Con esta sutileza magistral de Saramago, se resume el mundo católico
y se narra la historia del catolicismo de una forma excepcional, claro, sin
olvidar que es solo una novela basada en la historia. Una forma única que
muestra las circunstancias del nacimiento de Jesús, con un atormentado padre que,
por la culpa y arrepentimiento de haber preferido salvar a su hijo antes que
dar aviso a la población de Belén sobre las intenciones de Herodes de matar a
los recién nacidos, sufre una serie de
pesadillas que al morir hereda a su hijo; las inquietudes e interrogantes de
María, madre de Jesús, con sus encuentros con ángeles y demonios; y ese
descubrimiento de Jesús del amor junto a María de Magdala (María Magdalena);
las angustias que lo empujan a buscar respuestas sobre Dios y el sentido de su
vida, los diálogos que sostiene con Dios sobre el sentido y función de su
existencia, sus encuentros con el Diablo, las enseñanzas a sus discípulos, sus
confesiones y conversaciones con María Magdalena.
Saramago nos muestra a un Jesús que, a sus 13 años, huye de casa, se pierde
en el desierto y se encuentra con el diablo, quien se convierte en su pastor y
guía. Un Jesús soberbio y sumiso, vacío y ardiente. Un Jesús que ayunó, lloró
amargamente… Un Jesús enamorado.
“¿Y cuál es el papel que me has destinado en tu plan? El de mártir,
hijo mío, el de víctima, que es lo que mejor hay para difundir una creencia y
enfervorizar una fe.”
“Mi libro, es una verdad, una historia del encuentro de Jesús con
Dios”, afirma José Saramago, que coloca todas las dudas posibles en la
cabeza de Jesucristo, un hombre escogido para una misión que no esperaba
realizar.
“Soy yo quien no puede alcanzarte donde estás, porque te has
cerrado tras una puerta que no está hecha para fuerzas humanas. - Aunque no puedas
entrar, no te alejes de mí, tiéndeme siempre tu mano, aunque no puedas verme, si
no lo haces me olvidaré de la vida, o ella me olvidará.”
Li. Lo.