“Vivimos en un país que olvida sus mejores rostros, sus mejores impulsos, y la vida seguirá en su monotonía irremediable, de espaldas a los que nos dan la razón de ser y de seguir viviendo. Yo sé que lamentarán la ausencia tuya y un llanto de verdad humedecerá los ojos que te vieron y te conocieron. Después llegará ese tremendo borrón, porque somo tierra fácil para el olvido de lo que más queremos. La vida, aquí, están convirtiéndola en el peor espanto. Y llegará ese olvido y será como un monstruo que todo lo arrasa, y tampoco de tu nombre tendrán memoria. Yo sé que tu muerte será inútil, y que tu heroísmo se agregará a todas las ausencias.”
En El olvido que seremos, Héctor
Abad Faciolince hace un relato autobiográfico estremecedor, desde su infancia
hasta la vida adulta, una recapitulación de los acontecimientos que marcaron su
existencia, tanto las mejores épocas, llenas de alegría, armonía y unión
familiar, como los momentos trágicos, cargados de miedo, angustia y
desesperación; como la muerte de una de sus hermanas, y especialmente sobre su
padre, Héctor Abad Gómez, médico y activista en pro de los derechos humanos de Colombia
quien fue asesinado el 25 de agosto de 1987.
Abad
Faciolince crea esta novela, para honrar la memoria de su padre, y de quienes
lucharon y murieron por su país. La historia de Colombia, dominada por la
corrupción y con la vulneración de los derechos humanos, un país que lucha por
salir de una época oscura, el idealismo exacerbado de Abad Gómez, que no teme
enfrentarse a su destino, como única vía de escape para los que se sienten
oprimidos.
La
mirada de Abad Faciolince, describiendo con suma honestidad sus vivencias, y
como hijo narra la forma en la cual siempre percibió a su padre como una
especie de héroe, persona justa, bondadosa, confidente y maestro de vida. Una
narrativa, perfecta, audaz y acertada, a la cual no le hace falta nada. Un relato digno y conmovedor.
“Cuando uno lleva por dentro una tristeza sin límites, morirse ya no es grave. Aunque uno no se quiera suicidar, o no sea capaz de levantar la mano contra sí mismo, la opción de hacerse matar por otro, y por una causa justa, se vuelve más atractiva si se ha perdido la alegría de vivir. Creo que hay episodios de nuestra vida privada que son determinantes para las decisiones que tomamos en nuestra vida pública.”
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