«…
Así es como se curra una herida: empieza a cerrarse sobre sí misma, a proteger
lo que duele tanto y, una vez cerrada, ya no ves qué hay debajo, eso que
provocaba tanto dolor.»
Una reunión de cuatro mujeres de origen
chino: Suyuan, An-mei, Lindo y Ying-ying. Cuatro mujeres llenas de
temores, mujeres que debían sobrellevar
sus propias desgracias. Pero que además compartían el anhelo de vivir, las
esperanzas de sobreponerse a las tragedias, el deseo de una vida feliz a pesar
de todo.
La historia está llena de sensibilidad,
los relatos tanto de las madres (fundadoras del club) como de sus hijas, son
estremecedoras y a la vez llenas de ingenio. Mientras cada una de las
protagonistas nos revela sus secretos, nos van mostrando sus verdaderos pensamientos
y sentimientos, la verdad sobre sus vidas.
“Cada semana una de nosotras daba una
fiesta a fin de recaudar dinero y levantarnos el ánimo. La anfitriona tenía que
servir comida especial para invocar la buena suerte en todos los aspectos de la
vida… Tras llenarnos el estómago, llenábamos un cuenco con dinero y lo
colocábamos a la vista de todas. Entonces nos sentábamos a la mesa de mah jong… Teníamos que jugar con
seriedad y no pensar en nada salvo en aumentar nuestra felicidad ganando la
partida. Volvíamos a darnos otro festín, esta vez para celebrar nuestra buena
suerte, contando historias sobre los buenos tiempos pasados y los que aún
estaban por llegar…
Así pues, decidimos celebrar las
fiestas, como si cada semana llegara el Año Nuevo. Cada semana podríamos
olvidar el daño que nos causaron en el pasado. No nos permitíamos albergar un
solo pensamiento negativo. Comíamos, reíamos, jugábamos, perdíamos y ganábamos,
contábamos las mejores historias. Y cada semana podíamos confiar en que nos
sonriera nuestra buena estrella. Esa esperanza era nuestra única alegría. Y por
eso dimos a nuestras reuniones el nombre de “El Club de la Buena Estrella”.
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