“Querida niña del arrozal, te llaman así, ¿no?, ten por
seguro que no vas a volver al prostíbulo”…
Este es un relato tan realista, triste como estremecedor. Es
la historia de Wichi, una niña tailandesa, que hasta sus doce años de edad ve
su felicidad desvanecer y su vida cambiar drásticamente. Primero sufre al ver a
sus padres discutir y pelear constantemente
a causa de las ambiciones y vicios de su madre, lo cual provoca que su
padre las abandone. Mientras Wichi sufre por el abandono de sus padres, porque
la madre también se desentiende de ella, la pequeña cuenta únicamente con el
cariño y cuidado de Siri, una sirvienta que atiende en casa de la niña, más por
compasión y único deseo de protegerla, que por dinero, ya que no hay quien le
pague un centavo. Así pues, cuando un día la madre muere por enfermedad, la
niña cae en manos de la abuela materna, la cual no único que quiere es
prostituir a la péquela, venderla al mejor postor y así obtener mucho dinero.
Siri al darse cuenta de esto, decide escapar con Wichi para evitar que le
arruinen la vida. Es así como ambas huyen aventurándose en nuevas vivencias que
las llevan a trabajar en un arrozal en donde son bien recibidas y se sienten a gusto.
Es allí donde la llegan a llamar la niña del arrozal. Pero al cabo de un
tiempo la abuela las localiza y llegan a por la niña y encierran en una prisión
a Siri. Ambas sufren la separación y temen lo peor la una de la otra. Llegado a
este punto todo parece perdido, pero el destino (y la fe que las dos le profesan a su Dios personal) se
encarga de que, después de tanto sufrimiento, la vida les vuelva a sonreír y
todo cambie por fin para bien.
Li.Lo.
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