“Parecía estar tranquilo pero meditativo, algo
que a menudo se descubre en las caras de las personas muy tristes o muy
juiciosas. Pero él seguía vagando por las calles de la ciudad, siempre
silencioso y solo.”
La novela recoge las pequeñas tragedias y sueños de una
pequeña ciudad sureña de la que nunca se nos dice el nombre, a través del suceso
de varios individuos. Cualquiera de estos personajes representa un mito
suficiente, en especial cinco de ellos: Mick, una chica de catorce años enamorada de la
música, que se pierde entre los árboles para soñar y cuida de sus tres hermanos
pequeños. Blount un iluminado que va de
pueblo en pueblo tratando de despertar las mentes de los oprimidos y cayendo y
levantándose del alcohol y los arrebatos de ira. El doctor Copeland un médico
negro que se ha entregado a su comunidad, pero que vive atormentado por una
lacra de su pasado: pegó a su mujer y ella y los niños lo abandonaron. Este
hombre se arrastra con su tuberculosis para no dejar a ningún miembro de su
comunidad desatendido, y lo que consigue es que la injusticia racial siegue los
pies de su hijo. Biff Branon el dueño del
bar donde todos se emborrachan en algún momento. Es un buen tipo, pero algo hay
en su comportamiento hacia Mick que nos mantiene en guardia contra él, y que
nos hace sospechar de su paciente y hábil trato con los niños pesados. Y, en
fin, el mudo míster Singer (confieso, mi personaje predilecto), una especie de
conciencia superior que a todos produce admiración y sosiego. A veces parece
uno de esos que al final de la película vuelven a subir al cielo: es simpático,
cauto, listo, respetuoso, leal, digno…, y no dice una palabra. Es el hombre
blanco que los negros desearían, y el ciudadano medio que los revolucionarios
buscan, y el padre equilibrado que comprende a las muchachas que quieren ser
artistas. Pero también él tiene un
cazador solitario en sus entrañas, como todos los personajes, una fijación
incomprensible que sin embargo da sentido a la vida entera.
“Hablaban, porque tenían la sensación de que el mudo nunca dejaba de
comprender lo que querían comunicarle. Y tal vez más aún”.
Y bueno, quizá lo que más me estremeció de la novela fue la
denuncia de las condiciones de los negros o las del resto del género humano, o
la capacidad de captar lo más íntimo de cada personaje, de estos cinco
protagonistas y de otros que se quedan igual de impresos en la memoria: Portia,
la hija del doctor Copeland, una mujer de cuerpo entero, ingenua y decidida,
alegre y entregada a su familia; el mudo Antonopoulus, la prueba definitiva de
que el afecto no depende de lo que nos ofrecen sino de lo que necesitamos;
incluso la niña que resulta herida de un disparo, que no la mata pero arruina
una familia.
McCullers no necesita cientos de personajes. Le basta con el
elenco habitual de media docena de mitos claros y otros cuantos secundarios. Ni
siquiera establece una raya de protagonismo que nadie pueda sobrepasar. El mudo
Singer y la niña Mick parecen llevar el grueso de la narración, pero esa proporción
de los protagonismos no hace sino fortalecer la impresión de verdad. No hablo
de verdades meramente crudas u objetivas, ni tampoco de verdades ideológicas o
informativas. La verdad que practica McCullers es la que nace de la
comprensión, y de esta brota la ternura, la emoción. Todos los personajes son
víctimas de algo, principalmente de la soledad. La novela parece una de esas
pandillas complejas de gente que naufragó en lo que podría llamarse una vida
normal. Son rotos que se juntan con descosidos y entre todos componen una digna
vestimenta con la que enfrentarse a la miseria.
La prosa de McCullers es tersa, limpia, clara…, hermosa. Una
lectura que refleja el mundo vencido que vibra en la novela como un lamento
ahogado.
“…. De pronto, sintió
que algo se aceleraba dentro de él. El corazón le dio un vuelco y tuvo que
apoyarse en el mostrador para no caer… Contempló su propio rostro reflejado en
el espejo de atrás… El ojo izquierdo escudriñaba, semicerrado, el pasado; mientras
que el derecho se desorbitaba de temor frente a la oscuridad del futuro, el
error y la ruina. Y él estaba suspendido entre la luz y las tinieblas. Entre la
amarga ironía y la fe”…
Lula Carson Smith (Columbus, Georgia;
19 de febrero de 1917 – Nyack, Nueva York; 29 de septiembre de 1967), conocida
como Carson McCullers. Su ficción explora el aislamiento espiritual de los
inadaptados y marginados del Sur de los Estados Unidos de América. Es, también,
una pionera del tratamiento de temas como el adulterio, la homosexualidad y el
racismo.
Li.Lo.
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