Estaba sola. Subía sola al autobús, paseaba sola por la ciudad, iba de
compras sola y bebía sola. Estaba convencida de que el amor y yo no estábamos
hechos el uno para el otro. Si tan caprichoso es el amor, no quería tener nada
que ver con él.
Tsukiko tiene 38 años y lleva una vida solitaria. Considera
que no está dotada para el amor. Hasta que un día encuentra en una taberna a su
viejo maestro de literatura. Entre ambos se establece un pacto
tácito para compartir la soledad. Escogen la misma comida, buscan la compañía
del otro y les cuesta separarse, aunque a veces intenten escapar el uno del
otro: el maestro, en el recuerdo de la mujer que un día lo abandonó; Tsukiko,
en un antiguo compañero de clase.
Un saludo, un par de palabras, una invitación a otra ronda, y un hasta pronto, maestro. Así es como comienza nuestra novela a grandes rasgos. Mientras vamos conociendo más sobre Tsukiko la presencia del profesor se hará cada vez más latente a raíz de su extraña amistad. Una amistad sin silencios incómodos ni tensiones en el ambiente, extraña a simple vista, pero más real que muchas otras. De un modo gradual, y sobre todo en el último tercio de la novela, esa relación sufrirá un ligero giro de acontecimientos. Convirtiéndose así en un extraño anhelo que Tsukiko, al principio, es incapaz de comprender. Plagado de posibilidades, de sentimientos desgarradores y deseos que se convierten en impotencia y rabia. De riñas, de peleas sin sentido y una recta final que aunque hasta un punto resulta predecible, no le quita el encanto al conjunto general. Una buena novela japonesa que no nos recuerda el peso de la soledad, la fugacidad de la felicidad entre nuestros dedos, nuestras pérdidas más dolorosas, el paso cercano de la muerte... ah, y el desgarrón en el alma también.
Un saludo, un par de palabras, una invitación a otra ronda, y un hasta pronto, maestro. Así es como comienza nuestra novela a grandes rasgos. Mientras vamos conociendo más sobre Tsukiko la presencia del profesor se hará cada vez más latente a raíz de su extraña amistad. Una amistad sin silencios incómodos ni tensiones en el ambiente, extraña a simple vista, pero más real que muchas otras. De un modo gradual, y sobre todo en el último tercio de la novela, esa relación sufrirá un ligero giro de acontecimientos. Convirtiéndose así en un extraño anhelo que Tsukiko, al principio, es incapaz de comprender. Plagado de posibilidades, de sentimientos desgarradores y deseos que se convierten en impotencia y rabia. De riñas, de peleas sin sentido y una recta final que aunque hasta un punto resulta predecible, no le quita el encanto al conjunto general. Una buena novela japonesa que no nos recuerda el peso de la soledad, la fugacidad de la felicidad entre nuestros dedos, nuestras pérdidas más dolorosas, el paso cercano de la muerte... ah, y el desgarrón en el alma también.
Con una prosa sensual y despojada, Kawakami nos cuenta una historia de amor muy especial: el acercamiento sutil de dos amantes, con toda su íntima belleza, ternura y profundidad. Todo un descubrimiento literario. El cielo es azul, la tierra blanca, es una atípica historia de amor que te proporciona un cumulo de sentimientos y emociones que, aunque de forma lenta (como es típico de los japoneses), se lleva a cabo de una forma maravillosa y encantadora.
Hiromi Kawakami, autora de esta novela, es una de las
escritoras más populares de Japón. Estudió Ciencias naturales en la Universidad
de Ochanomizu y fue profesora de Biología hasta que en 1994 apareció su primera
novela. Además de El cielo es azul,
la tierra blanca, Hiromi Kawakami ha sido reconocida por sus obras Kamisama, Algo que brilla como el mar, Abandonarse a la pasión, l señor Nakano y las mujeres, y Manazuru.
Li. Lo.
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