“Tal vez mi
destino sea estar solo. La gente se acerca a mí y al poco tiempo se marcha
“.
Parecía que buscaran algo dentro de él e, incapaces de
encontrarlo o desencantados con lo que veían se dieran por vencidos, y
desilusionados, incluso enfadados fueran alejándose. Hasta que, un buen día, se
esfumaban.
Dentro de sí habían algo que decepcionaba a los demás, “Tsukuru
Tazaki, el chico sin color” se dijo en voz alta: “supongo que, simplemente, no tengo nada que ofrecer a nadie. Bien
pensando, ni siquiera tengo nada que ofrecerme a mí mismo”.
En este mundo existen colores buenos, deseables y colores
que transmiten malas vibraciones. Colores alegres y colores tristes. Hay
personas con un halo intenso y otras con el halo difuso. Esta es la historia de un chicho (Tsukuru Tazaki) que durante su adolescencia formaba parte de una pandilla de 5 personas con cualidades especiales que compartían en común, a excepción de un pequeño detalle. Sus apellidos incluían un color, a lo cual Tsukuru era ajeno. A Tzukuru le dolía no compartir ese rasgo con sus amigos. Los demás empezaron a llamarse por sus colores: Aka, Ao, Shiro, Kuro (rojo, azul, blanco y negro). A él lo llamaban simplemente Tsukuro.
Para Tsukuro, el grupo era el sustento que la adolescencia
requería, esa amistad con sus únicos
cuatro amigos, se transformaba en el valioso alimento que le permitía crecer.
Hasta que un día, estos deciden bruscamente, sin dar explicaciones, cortar la
comunicación y toda relación con él. La experiencia fue tan dolorosa que Tsukuru
por varios meses no pensaba en
otra cosa más que la muerte. Dieciséis años después, Tsukuro decide averiguar que sucedió
exactamente y esto lo hace ir en busca de sus cuatro viejos amigos, sujeto a un
hilo que siempre los ha mantenido unidos a su memoria: “Los años de peregrinación” de Liszt
(…La tristeza sin razón aparente, que la
contemplación de un paisaje bucólico despierta en el alma. Nostalgia y
melancolía).
No sé si es por la
emoción del momento, pero me atrevo a decir que este es el mejor libro que he
leído de Haruki Murakami, escritor por quien me considero aficionada y
considero uno de mis favoritos.
A través de esta
novela, se refresca la memoria, los sentimientos y emociones jóvenes,
naturales, reales, con esa delicadeza, completa sensibilidad y total entrega que, quizá, solo en la niñez
y en la adolescencia somos capaces de dar y reconocer el amor, amistad, de tal
forma que ello es lo que hace que el resto de las etapas de nuestras vidas se
marquen al correr de los años. Además nos recuerda que no todo desaparece con
el paso del tiempo, que en esa etapa de nuestra vida solemos creer ciegamente
en algo o en alguien… y que muchas veces esas emociones no se desvanecen del
todo.
Magnifica entrega de este escritor.
Lidia Lorenzo.
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