“Lo que hacen los actores cuando suben a un escenario a interpretar una obra y lo que hacemos todos los mortales cuando nos figuramos vivir aventuras o situaciones distintas a las que configuran nuestra existencia cotidiana. Nosotros solemos hacer esto en soledad, de manera secreta. Los personajes de Los cuentos de la peste lo hacen en público, a través de pequeños espectáculos que quieren ser exorcismos contra la pestilencia. Actuar para ellos, es un quehacer de vida o muerte, una lucha por la supervivencia.”
En Los cuentos de la peste, Mario Vargas Llosa nos ofrece una
fascinante y audaz relectura de Decamerón de Giovanni Boccaccio, una de las
obras cumbres de la literatura universal, y que lejos de ser una mera
adaptación, esta novela corta, o mejor dicho obra teatral en prosa, se adentra
en las complejidades del amor, el deseo, la muerte y la creación artística,
todo ello enmarcado por la sombra de la peste negra que asoló Florencia en el
siglo XIV.
Vargas
Llosa toma la premisa central del Decamerón, un grupo de jóvenes que se
refugian del flagelo de la peste narrando historias para pasar el tiempo, y la
transforma en una exploración más íntima y menos episódica. Aquí, los
personajes son menos numerosos y sus interacciones están teñidas de una
melancolía y una sensualidad más explícitas. La peste no es solo un telón de
fondo; es una presencia constante, un catalizador que exaspera los sentimientos
y las pasiones de los protagonistas, obligándolos a confrontar la fugacidad de
la vida y la intensidad de sus propios deseos.
Uno
de los aspectos más sobresalientes de la obra es la prosa que fluye con una
elegancia y una precisión admirables. Su lenguaje es rico en matices, capaz de
evocar tanto la belleza de los escenarios como la complejidad psicológica de
los personajes, a través de diálogos sugerentes y descripciones evocadoras.
La
obra también se presta a múltiples interpretaciones. ¿Es una reflexión sobre el
papel del arte como refugio y escape ante la realidad brutal? ¿Es una
meditación sobre el erotismo y las distintas formas del amor en tiempos de
crisis? ¿O es, quizás, un análisis de la propia naturaleza humana, expuesta en
su fragilidad y su inagotable capacidad de deseo? Vargas Llosa deja estas
preguntas abiertas, invitando al lector a sumergirse en las capas de
significado que se despliegan con cada página.
Hay
autores de quienes no puedes esperar menos, y siempre te sorprenden tras leer
una nueva obra de sus manos, este relato, aunque breve, está cargado de
genialidad, emociones y perspectivas de nuestros entorno. Una buena literatura
que recomiendo muchísimo.
“Todos
somos actores, la mayoría sin saberlo. Todos, en muchos momentos de nuestras
vidas, abandonamos la espontaneidad y, en lo que decimos y hacemos,
introducimos a alguien que dice y hace en nombre nuestro lo que pensamos debe
decirse y hacerse en aquella circunstancia. Todos somos desdoblamos sin
siquiera notarlo, impelidos por una consciencia que determina lo que, en aquel
preciso contexto, en aquella determinada situación, conviene decir o hacer. Esto
no es hipocresía sino teatro, cuidado de las formas, civilización.”
Li. Lo.