Esta es una
historia tan cautivadora y escalofriante como Tan Poca Vida (primera novela de Hanya
Yanigihara), con personajes tan cautivadores como despreciables que te quitan el
aliento.
El personaje principal, Abraham Norton Perina, es un reconocido inmunólogo, quien
es detenido por un presunto delito de abusos sexuales. A Perina, se le acusa de
tres delitos de violación, tres de corrupción de menores, dos de agresión
sexual y dos de abusos sexuales por prevalimiento. La primera de las acusaciones
la realizó uno de sus hijos adoptivos.
En el año 1950 el Dr. Norton Perina se unió a una expedición a una isla de la
micronesia, allí descubre la longevidad extrema de los nativos de la isla y,
fruto de esas investigaciones le vendría el Premio Nobel. Perina, desde La
cárcel escribe su historia y se la va enviando a Ronald Kubodera, quien fuera
su asistente y quien cree incondicionalmente en su inocencia. Kubodera es quien
transcriba y relata la historia de Perina.
Lo primero que descubrimos en la novela,
es la adoración que Kubodera siente por el protagonista, Norton Perina. No duda
en ningún momento de su inocencia, y tampoco duda en cargar contra quienes le
declaran culpable, ya sea la sociedad, la prensa o el jurado de personas
intelectualmente inferiores al acusado, lo que cataloga de humillante. Sin
embargo, no tarda en ser Perina quien tome la palabra al relatarnos sus
memorias, quedando Kubodera como simple anotador en su papel de mejorar la
imagen que el propio Perina va dando de sí mismo hasta terminar por revelarnos
de este modo todos sus pensamientos sobre él.
Perina se descubre como un hombre cruel ya desde joven, ni siquiera la noticia
de la muerte de su madre parece conseguir que llore. Juez duro e inflexible del
mundo en el que vive muestra una atracción por la medicina ya en su infancia. A
medida que el relato avanza, llegamos a la prometida expedición en la que
comenzará su carrera al Nobel. Pero hay mucho más en la novela de Yanagihara. Y
es que, esa isla maravillosamente inventada y llena de detalles es el verdadero
centro de la novela. Por un lado, está el descubrimiento de los
"soñadores", personas extremadamente longevas que pese a ir sufriendo
un deterior cognitivo tremendo, se acercan a ese concepto de inmortalidad
perseguido por el hombre desde el principio de los tiempos. Eso hace que Perina
vea en ellos su mayor logro, su mejor meta, y decida investigar. Descubre que
la longevidad se asocia al consumo de la carne de una tortuga y no duda en
cazarla ni tampoco en utilizar a unos nativos en sus investigaciones. Sigue
siendo el mismo niño implacable que conocimos en las primeras páginas de su
relato. Perina comienza a retratarse como lo que realmente es y una vez más el
lector es incapaz de despegar la vista de las páginas de Yanagihara.
Y, sin embargo, más allá de esta historia, la novela es una crítica
brutal a lo que hace la civilización cuando desembarca en una de estas islas
que parecen vestigios de un paraíso ya pisoteado por el hombre. Los
experimentos, la búsqueda de las tortugas, las industrias farmacéuticas que
quieren llegar y ser las primeras en comercializar el hallazgo, la ciencia, el
conocimiento... ninguno de ellos parece pararse a pensar en el impacto que
suponen en esta isla. A nadie parece importarles las vidas que están cambiando
de la noche a la mañana de esas personas a las que nadie ha pedido opinión. Así
pues, esta novela sobre abusos trata de muchos tipos de abusos que se producen
en la sociedad actual, y hace una crítica durísima a los mismos. La moralidad
puesta sobre la mesa de algunos actos que se justifican o se tratan de
justificar en el mundo que vivimos deja la decisión sobre este juicio no
realizado en manos del lector en una novela que no busca razonar el bien o el
mal, solo mostrar los hechos de una forma frontal. Y posiblemente ese sea uno
de los grandes puntos fuertes de la novela.
La gente en los árboles es un libro magnífico. Una
historia contada a dos voces que en realidad es una sola con un par de
protagonistas escalofriantes a ratos, diferentes e inolvidables al menos por
una larga temporada. De hecho, es de esas historias a las que uno sobrevive con
alguna marca; no es posible sentir indiferencia ante las letras de Yanagihara.
“…como uno de
los raros momentos en que uno siente que las placas del mundo se mueven bajos
sus pies y la vida cambia para siempre: a un lado de la tierra que se sacude se
encuentra el pasado y, al otro, el presente, sin posibilidad de que ambos
vuelvan a soldarse”.
Li.Lo