sábado, 12 de noviembre de 2022

Al Paraíso -Hanya Yanagihara-

 





“Había llegado el momento de ser valiente. De andar solo. Esperaría allí un minuto más, con la pesada maleta en la mano, y luego respiraría hondo y daría el primer paso; el primer paso camino a una nueva vida, el primer paso… camino al paraíso”.






En una versión alternativa de la América de 1893, Nueva York forma parte de los Estados Libres, donde el matrimonio homosexual está permitido, David Bingham, un muchacho de familia distinguida se debate entre casarse con un pretendiente elegido por su abuelo o irse con un profesor de música con pocos recursos de quien está enamorado.

Al comienzo de la segunda parte del libro podría surgir cierta confusión (me pasó), ya que Hanya Yanagihara usa de nuevo personajes con el mismo nombre. Intentas crear vínculos entre la primera y segunda parte, pero según avanzas, te das cuenta de que se trata de personajes totalmente diferentes. La autora genera un rompecabezas con los diferentes personajes del libro.

En un Manhattan de 1993, otra vez aparece el nombre de David Bingham, pero esta vez es un joven hawaiano que está casado con un hombre, también llamado Charles, cuya edad e ingresos superan con creces los suyos, y a quien le oculta su infancia problemática y el destino de su padre. David lucha por adaptarse al estilo de vida de Charles, nos cuenta su humilde infancia vivida en Hawái y los motivos por los que viajará a los llamados Estados Libres, un subconjunto de Estados Unidos donde existe más libertad.

La tercera y última parte del libro es la más extensa, y a mi parecer la más intensa, la que más me ha gustado. Se sitúa también en Nueva York, pero esta vez en el año 2093, otros cien años posteriores a los de la segunda parte. Se trata de una distopía (bastante real si vemos lo que estamos viviendo últimamente), ambientada en un mundo invadido por plagas y pandemias y gobernado por un régimen estricto y totalitario.

Una vez más tenemos personajes que comparten los mismos nombres, la historia es contada alternativamente por Charles, un renombrado virólogo con raíces hawaianas, y su nieta Charlie, que sufre las secuelas de una pandemia a la que sobrevivió cuando era niña.

Nos cuenta cómo ha ido evolucionando la sociedad hasta llegar a un mundo donde incluso los alimentos y otros bienes están estrictamente racionados, así como ciertos pensamientos y sentimientos.
Una reflexión sobre la soledad y el miedo al contagio, atacados por una plaga tras otra en una Nueva York dividida en varias zonas, algunas de las cuales tienen más acceso a recursos de agua y alimentos.

Las historias a pesar de ser totalmente diferentes, tienen vínculos en común donde se usan numerosos motivos recurrentes, como es la casa en Washington Square, los nombres de los protagonistas, la historia de Hawai, temas como la soledad, pérdida de seres queridos, la enfermedad y la libertad.

 

“Y luego emprenderé el camino: no a casa de mi madre, sino a otro lugar, el mismo al que espero que hayas llegado tú, y no me detendré, no necesitaré descansar, no hasta que llegue y haya recorrido todo el camino hasta ti, todo el camino al paraíso.”



Li.Lo

sábado, 8 de octubre de 2022

La gente en los árboles -Hanya Yanagihara

 

“Me despierto por las mañanas y hago mi vida, como siempre, pero por las noches aplazo invariablemente el momento de meterme en la cama, deambulo por el piso, me asomo a la noche, me pregunto qué se me ha olvidado. Voy tachando las decenas de tareas insignificantes que en una jornada normal llevo a cabo sin pensar, hasta que, por fin, con mucho pesar, me acuesto. Solo cuando estoy a punto de quedarme dormido recuerdo que la pauta misma de mi existencia ha cambiado, y entonces experimento una punzada de melancolía.”

 

Esta es una historia tan cautivadora y escalofriante como Tan Poca Vida (primera novela de Hanya Yanigihara), con personajes tan cautivadores como despreciables que te quitan el aliento.


El personaje principal, Abraham Norton Perina, es un reconocido inmunólogo, quien es detenido por un presunto delito de abusos sexuales. A Perina, se le acusa de tres delitos de violación, tres de corrupción de menores, dos de agresión sexual y dos de abusos sexuales por prevalimiento. La primera de las acusaciones la realizó uno de sus hijos adoptivos.


En el año 1950 el Dr. Norton Perina se unió a una expedición a una isla de la micronesia, allí descubre la longevidad extrema de los nativos de la isla y, fruto de esas investigaciones le vendría el Premio Nobel. Perina, desde La cárcel escribe su historia y se la va enviando a Ronald Kubodera, quien fuera su asistente y quien cree incondicionalmente en su inocencia. Kubodera es quien transcriba y relata la historia de Perina.

Lo primero que descubrimos en la novela, es la adoración que Kubodera siente por el protagonista, Norton Perina. No duda en ningún momento de su inocencia, y tampoco duda en cargar contra quienes le declaran culpable, ya sea la sociedad, la prensa o el jurado de personas intelectualmente inferiores al acusado, lo que cataloga de humillante. Sin embargo, no tarda en ser Perina quien tome la palabra al relatarnos sus memorias, quedando Kubodera como simple anotador en su papel de mejorar la imagen que el propio Perina va dando de sí mismo hasta terminar por revelarnos de este modo todos sus pensamientos sobre él.

Perina se descubre como un hombre cruel ya desde joven, ni siquiera la noticia de la muerte de su madre parece conseguir que llore. Juez duro e inflexible del mundo en el que vive muestra una atracción por la medicina ya en su infancia. A medida que el relato avanza, llegamos a la prometida expedición en la que comenzará su carrera al Nobel. Pero hay mucho más en la novela de Yanagihara. Y es que, esa isla maravillosamente inventada y llena de detalles es el verdadero centro de la novela. Por un lado, está el descubrimiento de los "soñadores", personas extremadamente longevas que pese a ir sufriendo un deterior cognitivo tremendo, se acercan a ese concepto de inmortalidad perseguido por el hombre desde el principio de los tiempos. Eso hace que Perina vea en ellos su mayor logro, su mejor meta, y decida investigar. Descubre que la longevidad se asocia al consumo de la carne de una tortuga y no duda en cazarla ni tampoco en utilizar a unos nativos en sus investigaciones. Sigue siendo el mismo niño implacable que conocimos en las primeras páginas de su relato. Perina comienza a retratarse como lo que realmente es y una vez más el lector es incapaz de despegar la vista de las páginas de Yanagihara.
   
 Y, sin embargo, más allá de esta historia, la novela es una crítica brutal a lo que hace la civilización cuando desembarca en una de estas islas que parecen vestigios de un paraíso ya pisoteado por el hombre. Los experimentos, la búsqueda de las tortugas, las industrias farmacéuticas que quieren llegar y ser las primeras en comercializar el hallazgo, la ciencia, el conocimiento... ninguno de ellos parece pararse a pensar en el impacto que suponen en esta isla. A nadie parece importarles las vidas que están cambiando de la noche a la mañana de esas personas a las que nadie ha pedido opinión. Así pues, esta novela sobre abusos trata de muchos tipos de abusos que se producen en la sociedad actual, y hace una crítica durísima a los mismos. La moralidad puesta sobre la mesa de algunos actos que se justifican o se tratan de justificar en el mundo que vivimos deja la decisión sobre este juicio no realizado en manos del lector en una novela que no busca razonar el bien o el mal, solo mostrar los hechos de una forma frontal. Y posiblemente ese sea uno de los grandes puntos fuertes de la novela.

     La gente en los árboles es un libro magnífico. Una historia contada a dos voces que en realidad es una sola con un par de protagonistas escalofriantes a ratos, diferentes e inolvidables al menos por una larga temporada. De hecho, es de esas historias a las que uno sobrevive con alguna marca; no es posible sentir indiferencia ante las letras de Yanagihara.

“…como uno de los raros momentos en que uno siente que las placas del mundo se mueven bajos sus pies y la vida cambia para siempre: a un lado de la tierra que se sacude se encuentra el pasado y, al otro, el presente, sin posibilidad de que ambos vuelvan a soldarse”.



Li.Lo

viernes, 16 de septiembre de 2022

Una zona ya sin su fantasma -Hasta siempre Javier Marías-

 

     Foto de El Periódico de España

"No se puede confiar en la suerte, en que las cosas ocurran por sí solas y se aparten como por ensalmo los obstáculos y las resistencias. Uno tiene que ponerse a la faena. El mundo está lleno de perezosos y de pesimistas que nada consiguen porque a nada se aplican, después se permiten quejarse y se sienten frustrados y alimentan su resentimiento hacia lo externo." (Los enamoramientos - JM).

Ha partido…. (¿a una nueva vida?) otro de mis más preciados, respetados y admirados escritores, y bueno, fue algo tan repentino e inesperado que he necesitado un poco de tiempo para asimilarlo, no pude evitar encogerme en un rincón y sujetar mi corazón…

No debería de ser para tanto, me dijeron, pero desde el año 2014, poco después de leer uno de sus libros y descubrir “La Zona Fantasma” (su blog y columna semanal en el diario español El País), a la cual me suscribí para leer sin excepción cada fin de semana sus publicaciones, y que, desde diciembre de ese año hasta el 11 de septiembre del año actual (que fue cuando recibí la última columna que escribió), fue un soporte, consuelo, apoyo, sabiduría necesaria, sobre todo en medio de turbulentas circunstancias, momentos difíciles. Por eso, al recibir la notificación de su muerte fue como otro golpe bajo de la vida… aunque un triste y lamentable recordatorio del proceso natural de nuestras efímeras existencias, con su inevitable fin.

Javier Marías era el único escritor de quien leía una columna cada domingo (o sábado en la madrugada, por la diferencia de horario con Madrid), y en muchas ocasiones esperaba con ansia la publicación de sus escritos en La Zona Fantasma, pues como en alguna ocasión comenté a algunas amistades, sus novelas me parecían bastante originales, creativas y emotivas, un deleite pero… sus columnas eran definitivamente excepcionales, ¡una gloria! Me encantaba lo certero, honesto y realista que era, la claridad de sus ideas, su amplio conocimiento sobre diversos temas, y tan reconfortante me resultaban esos razonamientos, que sentí alivio y gratitud por coincidir con su forma de ver la vida, su percepción del día a día, su juicio respecto a lo mal que estaban tantas cosas, su decepción, frustración y molestia sobre cómo habían cambiado los tiempos, lo mal que va el mundo, la evolución (¿o disgregación?) de las sociedades. Y por otra parte, admiré su pasión y apreciación por las artes, la cultura, las letras… la literatura, su forma de ser, vivir, su deleite por la existencia.

Se aproxima un nuevo fin de semana al cual ignoro si llegaré, pero de ser así, será ya sin esa extraña y discreta forma de felicidad, sin ese conforte que me proporcionaban esos escritos… Una zona ya sin su fantasma.

Amontonaré las zozobras que hoy me albergan, mis heridas, la congoja y aflicciones para buscarles otro bálsamo, otra voz, palabras a las cuales refugiarme en busca de consuelo, compañía, alivio.

Hasta siempre a otro apreciado maestro de letras, ha sido extraordinario y un inmenso placer leer todo cuanto nos pudo compartir, que escrito queda, no solo en tantas páginas (que ahora me parecen tan pocas), sino en mente y corazón, que conservaré para el día a día, como la única muestra de gratitud que me queda brindarle.

Y sí, sí ha valido la pena derramar estas lágrimas, escribir esto a estas horas de la noche, porque de una u otra forma me cambió para mejor la vida.

Gracias.

 

“Tantas cosas suceden sin que nadie se entere ni las recuerde. De casi nada hay registro, los pensamientos y movimientos fugaces, los planes y los deseos, la duda secreta, las ensoñaciones, la crueldad y el insulto, las palabras dichas y oídas y luego negadas o malentendidas o tergiversadas, las promesas hechas y no tenidas en cuenta, ni siquiera por aquellos a quienes se hicieron, todo se olvida o prescribe, cuanto se hace a solas y no se anota.” (Mañana en la batalla piensa en mí – Javier Marías).



Li.Lo.

viernes, 10 de junio de 2022

Tan Poca Vida - Hanya Yanagihara-

 


 «He abandonado este mundo/ en el que tanto tiempo malgasté». El lied trataba sobre la vida de un artista, lo que él estaba lejos de ser. No obstante, entendía de una forma casi instintiva el concepto de pérdida, perder el contacto con el mundo y de aparecer en un lugar diferente, en un lugar retirado y seguro, anhelante de huida y de descubrimientos. «Y muy poco me importa / que me den por muerto / apenas puedo decir nada en contra / pues realmente estoy muerto para el mundo».

 

Hablar de Tan Poca Vida es hablar de dolor… dolor profundo, con esa intensidad que podría jurar que después de leer esta historia, no vuelves a ser la misma persona. Algo en ti cambia. Porque ese tipo de dolor que experimentas es del que te rompe de adentro hacia afuera y te hace atenazar los dientes tan fuerte, porque el sentimiento es tan intenso que te impide gritar, mientras las lágrimas revientan de tus ojos hasta el agotamiento. Bueno, al menos a mí me ha sucedido eso. Luego experimentas, como un bálsamo la soledad serena, que le cede el paso a la amistad; pura, honesta, leal, inquebrantable, esa clase de amistad que sobresale en momentos cruciales, y que desenmascara la falsedad de quienes la pretenden.

Según la contraportada (y algunas reseñas que he leído) la historia es sobre la vida de cuatro amigos: Malcolm, Willem, JB y Jude, pero en realidad (o a mi parecer) el libro narra la vida de Jude, y de quienes lo rodean, que, de una u otra forma, han marcado y transformando su vida desde el día en que nació.

Jude, al ingresar a la universidad comienza a entrelazar amistad con tres compañeros en particular; Malcolm, JB y Willem, a quienes quiere, admira, y valora el aprecio que le demuestran, sin embargo, es incapaz de hablar de su vida anterior a conocerlos, ni con ellos ni con nadie más, guarda en secreto todo sobre su pasado, un pasado desgarrador que lo persigue y con lo cual enfrenta una lucha día a día.

 

Yanagihara, además de describirnos la vida de los amigos más allegados a Jude ( Willem, JB y Malcolm), también encaja de forma perfecta y maravillosa a otros personajes como a Andy, a quien también llega a conocer en la época universitaria, y que luego se convertiría no solo en su médico sino en uno de sus más fieles amigos y protectores;  y a Harold, quien llega a su vida de una forma sublime, en un momento crucial y fundamental,  quien además se convierte en uno de los eslabones más importantes de su existencia.

 

<< JB: Como es el caso de Jude. Nunca lo vemos con nadie, no tenemos ni idea de qué raza es, no sabemos  nada  de  él. Postsexual, posracial, postidentidad, pospasado. —Le sonrió, supuestamente para darle a entender que hablaba medio en broma—. El posthombre. Jude el Posthombre. >>

 

Jude… Jude.

Después de varias semanas de haber leído el libro, me sigue doliendo incluso el pronunciar su nombre y me es difícil hablar de él, es como si hubiera rozado la vida real (mi vida), y tuviera miedo de acercarme y herirlo, y a la vez, quisiera tener esa posibilidad mirarlo a los ojos y poder estrecharlo en un abrazo.

 

El reservado, sereno, servicial, inteligente. Eternamente herido. Al inicio de la narración no se sabe nada sobre la vida de este personaje, hasta que poco a poco nos adentramos más y más en sus recuerdos, y conforme se avanza en la lectura descubrimos con horror todas y cada una de las tragedias y vejámenes que ha sufrido desde que tiene uso de razón, es en esos momentos cuando te calan escalofríos de solo imaginar semejantes brutalidades y dolor vividas por un menor, de cuantas sensaciones, emociones y vivencias es privado, y de cuantas otras es obligado a experimentar… y con los labios apretados,  y la lágrimas en los ojos, piensas en que esto podría estarle sucediendo a alguien (o a muchos) en este preciso momento (y en cualquier momento).

Cierto es que la autora describe con crudeza y frialdad las escenas de la vida de Jude, algunas incluso con “exageraciones” que a muchos ofende, pero, bueno, ¿no es acaso así la vida real?, ¿acaso no hemos visto ya a la realidad, en múltiples ocasiones, superando a la ficción?, que aquí la autora tan solo nos acerca a lo que muchas veces las sociedades se niegan a ver, a escuchar, a atender, y/o se empeñan en ignorar.

La ficción naturalista de Yanagihara nos ofrece una perturbadora meditación acerca de los abusos sexuales, el desamparo y la violencia física sufridas por un niño, que luego es un adolescente, y posteriormente un adulto. El desgaste en una lucha constante con el cuerpo y la mente, las dificultades (o imposibilidad) de una recuperación. Superar dolores que le han marcado la existencia, las consecuencias físicas y mentales de una existencia cargada de violencia.

 

Llegado a este punto me parece oportuno mencionar que la escritora, da tregua al nivel de sufrimiento que desata, admitiendo que no sólo quiso recargar el horror y el dolor sino también la empatía y el amor que había alrededor de la vida de sus personajes, lo cual a mi parecer hace de una forma acertada.

La amistad (en este caso entre hombres), la necesidad de sentirse querido (todos) y, al mismo tiempo, el miedo que suscita el amor cuando este, irremediablemente, implica también dependencia y otorgar confianza, la dificultad de entregarse a otra persona, y de saberse y/o creerse querido.

 

<< Pero a veces al despertarse está tan lejos de sí mismo que ni siquiera recuerda quién es. — ¿Dónde estoy?  Pregunta desesperado—. ¿Quién soy? ¿Quién soy? Y entonces oye el conjuro susurrado de Willem, tan cerca de su oído como si la voz se originara en su mente: —Eres Jude St. Francis. Eres mi más viejo y querido amigo. Eres el hijo de Harold Stein y de Julia Altman. Eres el amigo de Malcolm Irving, de Jean-Baptiste Marion, de Richard Goldfarb, de Andy Contractor, de Lucien Voigt, de Citizen van Straaten, de Rhodes Arrowsmith, de Elijah Kozma, de Phaedra de los Santos y de los Henry Young.» Eres de Nueva York.  Vives en el SoHo.  Haces voluntariado en una organización dedicada a las artes y en un comedor público.» Practicas la natación. Eres un repostero excelente. Sabes cocinar. Eres un gran lector.  Tienes una magnífica voz.  Eres coleccionista de arte.  Me escribes unos mensajes preciosos cuando estoy fuera. Eres paciente. Eres generoso.  De todas las personas que conozco, eres la que mejor sabe escuchar.» Eres abogado. Eres el presidente del departamento de litigios de Rosen Pritchard and Klein. Te encanta tu trabajo; trabajas mucho.» Eres matemático.  Eres lógico.  Has intentado enseñarme matemáticas una y otra vez.» Te trataron muy mal, pero saliste de aquello.  Siempre has sido tú mismo. >>

 

A partir de la figura de Jude, protagonista y centro de la historia, en torno al cual gravita el resto de los personajes, desde la infancia hasta su agotamiento en la vida adulta, y reflexionando sobre este punto, vale la pena mencionar también que este relato se compone de las historias de personas, que a su vez arrastran historias, como bien podría ser la de quienes nos rodean, incluso la nuestra. Tan Poca Vida… tres palabras que se central en el breve lapso de tiempo en que Jude realmente se siente vivo y goza de esa existencia, sin embargo, tan poca vida es también la de otros personajes, como la de Hemming, hermano de Willem, quien nace con una severa discapacidad cognitiva; y la vida de Jacob, hijo de Harold, quien también nace enfermo y muere a los pocos años de haber nacido.  Tan poca vida la de unos como de otros personajes de esta novela, como bien puede ser la de cualquier persona, en cualquier rincón del mundo.

 

Y para cerrar esta reseña me gustaría citar a Marta Ramoneda, librera de La Central barcelonesa, que hace una serie de cuestionamientos de forma reflexiva al referirse a este libro:

 

 “¿Es suficiente la amistad para encarrilar el dolor más profundo? ¿Puede el arte engullir la vida entera? ¿Cómo se articula la amistad masculina? ¿Cómo se establece la relación con uno mismo de quien ha sufrido abusos y depravación desde la infancia? ¿Sigue siendo un misterio lo que cada uno es para los demás? ¿Cómo se apoderan de uno los sentimientos de vergüenza, resentimiento y soledad? A todos puede alcanzarnos el fuerte calado emocional de esta obra, pues en Tan poca vida encontramos unos protagonistas oscilando entre la asfixia y la libertad que convocan difíciles verdades”.


Li.Lo.