jueves, 20 de marzo de 2025

Los cuentos de la peste –Mario Vargas Llosa–

 






“Lo que hacen los actores cuando suben a un escenario a interpretar una obra y lo que hacemos todos los mortales cuando nos figuramos vivir aventuras o situaciones distintas a las que configuran nuestra existencia cotidiana. Nosotros solemos hacer esto en soledad, de manera secreta. Los personajes de Los cuentos de la peste lo hacen en público, a través de pequeños espectáculos que quieren ser exorcismos contra la pestilencia. Actuar para ellos, es un quehacer de vida o muerte, una lucha por la supervivencia.

 



En Los cuentos de la peste, Mario Vargas Llosa nos ofrece una fascinante y audaz relectura de Decamerón de Giovanni Boccaccio, una de las obras cumbres de la literatura universal, y que lejos de ser una mera adaptación, esta novela corta, o mejor dicho obra teatral en prosa, se adentra en las complejidades del amor, el deseo, la muerte y la creación artística, todo ello enmarcado por la sombra de la peste negra que asoló Florencia en el siglo XIV.

Vargas Llosa toma la premisa central del Decamerón, un grupo de jóvenes que se refugian del flagelo de la peste narrando historias para pasar el tiempo, y la transforma en una exploración más íntima y menos episódica. Aquí, los personajes son menos numerosos y sus interacciones están teñidas de una melancolía y una sensualidad más explícitas. La peste no es solo un telón de fondo; es una presencia constante, un catalizador que exaspera los sentimientos y las pasiones de los protagonistas, obligándolos a confrontar la fugacidad de la vida y la intensidad de sus propios deseos.

Uno de los aspectos más sobresalientes de la obra es la prosa que fluye con una elegancia y una precisión admirables. Su lenguaje es rico en matices, capaz de evocar tanto la belleza de los escenarios como la complejidad psicológica de los personajes, a través de diálogos sugerentes y descripciones evocadoras.

La obra también se presta a múltiples interpretaciones. ¿Es una reflexión sobre el papel del arte como refugio y escape ante la realidad brutal? ¿Es una meditación sobre el erotismo y las distintas formas del amor en tiempos de crisis? ¿O es, quizás, un análisis de la propia naturaleza humana, expuesta en su fragilidad y su inagotable capacidad de deseo? Vargas Llosa deja estas preguntas abiertas, invitando al lector a sumergirse en las capas de significado que se despliegan con cada página.

Hay autores de quienes no puedes esperar menos, y siempre te sorprenden tras leer una nueva obra de sus manos, este relato, aunque breve, está cargado de genialidad, emociones y perspectivas de nuestros entorno. Una buena literatura que recomiendo muchísimo.

Todos somos actores, la mayoría sin saberlo. Todos, en muchos momentos de nuestras vidas, abandonamos la espontaneidad y, en lo que decimos y hacemos, introducimos a alguien que dice y hace en nombre nuestro lo que pensamos debe decirse y hacerse en aquella circunstancia. Todos somos desdoblamos sin siquiera notarlo, impelidos por una consciencia que determina lo que, en aquel preciso contexto, en aquella determinada situación, conviene decir o hacer. Esto no es hipocresía sino teatro, cuidado de las formas, civilización.”

 

Li. Lo.

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